¡CIERREN LAS PUERTAS... SEÑORES!

Por J. C. M.

Cual viles galleros, se han visto las autoridades, tanto civiles como religiosas, al decretar como prioridad el cierre de todos los templos.

¿Quién se ha enfermado por recibir la Eucaristía?

Primero alegan que el Sacerdote puede trasmitir el virus al dar la bendita Hostia... y ¡a comulgar en la mano!

Luego, que el Sacramento puede trasmitir el virus... y ¡a cerrar los Templos!

El asunto es privar al católico de la Eucaristía para cumplir el compromiso de las 48 directrices del Gran Maestro de la Logia. ¿Qué estos bellacos no se han dado cuenta que para un católico es más importante salvar el alma que el cuerpo -cual lo dicen las Escrituras?

¿Nos quieren a todos famélicos del alma? ¿Qué es más importante, llegar robusto al Cielo o con la panza llena al averno?

Tenemos el "derecho divino": "El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, tiene Vida Eterna" (Jn. VI, 51-58); esto es un mandato divino, no una ocurrencia mañanera. Total, el teólogo con hambre de eternidad, no le importan los obstáculos y buscará por todos los medios satisfacer esa hambre.

¡Qué desconocimiento o perverso olvido!... Ignorar de qué está hecho el hombre: de alma y cuerpo; el alma es inmortal y el cuerpo es finito. ¿Cuál hambre importa más?

Así las cosas, es imperativo que las autoridades entiendan este argumento. No pueden "gobernar" sin tener conocimiento de las prioridades de los gobernados. ¿O la supuesta "democracia" sólo es palabra escrita?...

Sí que piénsenle y ¡a abrir los templos! El mejor Consejero se encuentra en el Altar; no ocupamos psicólogos para enfrentar la "depresión" surgido del aislamiento. Necesitamos un reclinatorio para pedir perdón y un alma fortificada con el Pan del Cielo.

¡Abran las puertas... Señores! Que actuaremos con responsabilidad, acatando las disposiciones para la pandemia, adoptando la "sana distancia" y el cubre-bocas que nos recomiendan.

¡Nos encantaría escucharte!

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