LA VISIÓN SOBRENATURAL EN EL CONFLICTO DE UCRANIA.

Si cunde la cordura en Occidente y ponen en paz a Joe Biden, lo más seguro es que la Operación Militar Especial terminé de pronto, al obligar a Zelensky a pactar la paz con la Federación Rusa a costa del territorio ya conquistado y en las elecciones próximas gane la presidencia un pro-ruso que garantice la reconstrucción del país.

Esto quiere decir, que la élite ha aceptado repartir el pastel global con Rusia y China; y un mundo Tripolar aparece en el horizonte.

Para los Católicos de Occidente que vemos los acontecimientos a la luz de la Fe, el asunto de la operación militar especial es un acontecimiento más, que anuncia la Parusía y el galopar de los cuatro jinetes, el clamor de los mártires previo al día de la ira de Dios.

Sabemos y estamos conscientes y lo pedimos a gritos, que estas cosas suceden para acercarnos a la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo.

Aunque no tenemos fechas determinadas para estos acontecimientos, estos están sujetos a la oración de los fieles, que atrasan o adelantan a los mismos, como también son multihistóricos, es decir, se ajustan a hechos históricos del pasado, presente y futuro.

Confiamos en el Señor y ponemos en sus manos la justicia y la venganza. Por nuestra parte ofrecemos nuestra oración y tratamos de conducirnos como buenos cristianos y aceptamos el más duro de los mandamientos que es el perdón de nuestros enemigos, orar por ellos y amarles como Dios manda. No juzgamos el corazón de los dirigentes que, aunque tengan fe, se deben a sus pueblos y reconozcamos que tienen la responsabilidad de proteger y defender a sus ciudadanos ante la agresión de las armas.

También estamos conscientes que, ante la indiferencia de los gobernantes, el pueblo tiene la responsabilidad porque no ha ejercido el poder para aplicarlo a la prevención y el combate ante los hechos que por negligencia o complicidad no han aplicado.

Todo poder viene de Dios y lo otorga con la condición de servir a los ciudadanos, protegiéndolos de los planes del enemigo, que casi siempre es enemigo de Dios. El que persigue a los cristianos, persigue a Dios que es el guía e inspiración de los mismos.

A nosotros nos toca velar por el tesoro que nos ha heredado nuestros mayores, entre ellos la fe que nos acerca a la vida eterna prometida por Dios, a los que cumplen sus mandamientos.

Ante las promesas humanas, nos decantamos por las divinas, ante los bienes pasajeros, nos inclinamos por los eternos y ante los placeres de la vida, escogemos la bienaventuranza en el cielo.

Las escaramuzas humanas motivados por la ambición, sólo traen dolor y desolación, pero en los conflictos humanos provocados por el odio a Dios y a sus fieles, es menester ­­echar mano de nuestro arsenal espiritual para enfrentar, luchar y defender nuestros valores que son la Familia, el trabajo y nuestro ascenso al más allá.

Cuando las circunstancias sectarías de la política ponen en riesgo estos valores debemos informarnos y tener la imperiosa decisión de enfrentar al enemigo con todos los medios a nuestro alcance y orar para que Dios nos de la fortaleza para ello.

El enemigo actual de nuestros valores cristianos es el relativismo, el racionalismo y el liberalismo socialista que campean en nuestra sociedad, promovido por las sectas masónicas luciferinas que, con la ideología de género y la reingeniería social, trata de crear un nuevo paradigma ideológico para cimentar una dictadura universal donde Dios este ausente de nuestras vidas, de nuestra familia, trabajos y alegrías.

El campo de guerra es el mundo entero en todas las naciones se ha erguido este equivocado concepto de la vida, y habrá que luchar con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente y con todo nuestro corazón ... igual que como se ama a Dios y esperar que Él intervenga en la Historia y cambie con nuestra participación el rumbo de los hechos.

Si hay que tomar el cáliz amargo de los sin Dios, que sea lo que Dios quiera, sólo pedimos la fortaleza para enfrentar lo que está por llegar.

El globalismo de la izquierda radical no pasará, porque es antinatural para el Espíritu, condena nuestra alma y destruye nuestra libertad.


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